CINEMANÍA (España) acaba de exponerse a la precuela mutante de Marvel y, con sus radiaciones aún en el cuerpo, te cuenta lo que puedes esperar de ella.
¿"Un triunfo", como afirma la crítica anglosajona, o un intento de revitalizar una franquicia agotada? Tras haberse sometido al escrutinio de CINEMANÍA en el pase de prensa de rigor, podemos afirmar que X-Men: Primera generación tiene más de lo primero que de lo segundo: la precuela mutante no olvida a sus predecesoras, pero se sostiene sola con sobrada dignidad cuando de ofrecer aventuras, acción y drama se trata.
Esto me suena de algo...
Los espectadores veteranos que vimos X-Men en 2000 experimentamos un poderoso déjà vu durante la primera secuencia de esta película. Y es que, para mantener la hilazón argumental con las entregas firmadas por Bryan Singer, Matthew Vaughn ha vuelto a rodar cierta traumática experiencia del joven Magneto en un campo nazi. Claro que, después de esa pequeña repetición, aprendemos lo que ocurrió después... Y no es agradable (para el personaje, claro).
Aquellos maravillosos 60
Las promesas del director y el productor sobre la ambientación de la película se cumplen desde el principio: pasados los primeros minutos, ambientados en los años 40, una atmósfera sixties se adueña del relato para no abandonarlo hasta los mismísimos créditos finales. Los diseños de vestuario y de producción, así como el ritmo y algunas argucias narrativas, nos transportan de lleno a una era en la que Sean Connery y su James Bond eran el epítome de lo cool. Eso sí: los efectos especiales son muy contemporáneos y, pese a no apabullar, cumplen su función con sobriedad y soltura.
Temblamos ante el amo del magnetismo
Si hablamos del carácter bondiano de Primera generación, hay que mencionar a Michael Fassbender: su Erik Lensherr (aún sin ostentar ese nombre en clave con el que todos le conocemos y amamos) transmite un aplomo y una rabia contra la humanidad que fascinan y repelen a la vez, encajando como un guante en la imagen del personaje irradiada por Ian McKellen en la primera trilogía. Los personajes turbulentos son mucho más atractivos en la pantalla que los 'buenos-buenos', e incorporando un actor excelente a la ecuación tenemos una de las mayores bazas de la película.
Jennifer Lawrence es azul
Desde el punto de vista dramático, otro de los grandes aspectos de este filme es Jennifer Lawrence. Tras haberla visto en modo redneck y cubierta de mugre (Winter's Bone), la joven actriz nos sorprende y nos atrapa mediante su soltura interpretando a Mística, tanto al natural como cubierta de maquillaje azul hasta las cejas. Bordándolo especialmente, además, en sus coqueteos a tres bandas con Fassbender, McAvoy y Bestia (Nicholas Hoult).
Un genio campechano
En su papel del profesor Xavier, James McAvoy consitituye el tercer pilar interpretativo de la película. Un rol que el actor cumple con solvencia, sin poder evitar pese a ello que sus estupendos compañeros le eclipsen ocasionalmente. Llevándole la contraria a los cómics (según los cuales, el mentor mutante era un señor calvo y estirado desde antes de su nacimiento), McAvoy imprime un baño de campechanía al personaje demostrándonos que, antes de la fundación de su equipo, Xavier era un bandarra y un ligón. Por contraste, Rose Byrne queda muy en segundo plano y, aunque defiende su posición con dignidad, sus intervenciones como Moira McTaggert se desdibujan en la memoria.
Hormonas y cromosomas
Uno de los aspectos más simpáticos de Primera generación, y también uno de los más tentadores para el público teen, es la naturalidad con la que Vaughn dispone a su reparto de jóvenes mutantes secundarios. Aunque no disponen de mucho tiempo para brillar en pantalla, Edie Ghategi, Lucas Till y el resto de pupilos del Profesor-X quedan bien perfilados y se hacen de querer. A ello contribuyen no poco sus momentos de diversión, y también sus momentos de tragedia.
¿Dónde están los villanos?
Sin spoilers, pero también sin piedad, afirmamos que el punto más flojo de este guión es la poca cancha que otorga a sus malos para lucirse. Kevin Bacon se gana a pulso el odio de los personajes (y el del espectador) con sus villanías, pero sus secuaces quedan como meros instrumentos argumentales, poderes aparte. Sólo January Jones consigue componer una figura poderosa, lo cual se debe más a su cuerpazo y a su talento que a la labor de director y guionistas: sus líneas de diálogo pueden contarse con los dedos de una mano.
Veredicto final
¿La mejor película de la saga X-Men? Con permiso de X-Men 2, probablemente sí: renunciando en parte (pero no del todo) a la extravagancia formal de Kick-Ass, Matthew Vaughn ha elaborado un filme de superhéroes que respeta el abultado corpus mítico del original sin repeler al espectador novicio gracias a un guión trepidante. Está por verse si los resultados taquilleros (y la voluntad de los actores) nos traen más entregas precueleras de la panda mutante.
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